sábado, 27 de octubre de 2007

Valdelatas

Otra de las joyas que tenemos en Madrid es el bosque de Valdelatas. En él di mis primeros pasos maratonianos, hace ya cuatro años, junto con Luis e Inaaacio (también nos acompañaba José Alberto). Recuerdo aquellos sábados de sufrimiento, en los que rodábamos 40 minutos, probablemente a 6 min/km, alucinando cuando Comb, en el minuto 37, y subiendo el express-way, era capaz de cantar a todo volumen canciones de la mili (que debía saberse de referencia, ya que sólo hizon prestó una semana de servicio ;-).

Esta mañana nos hemos reunido los dos Ignacios y yo, junto con el cada vez más numeroso grupo de chicas en nuestro equipo (las estupendosas Inma y Adelita). Aunque hacía un sol radiante, la temperatura al inicio no superaba los 4 grados, por lo que ya hacía falta indumentaria de invierno, que solo llevábamos los experimentados maratonianos. Nuestras chicas venían algo escasas de ropa, una de ellas incluso siguiendo los consejos de su maratoniano marido (que sí que traía su gorro térmico, en cambio). Seguro que el finde que viene solucionan el problema.

Como decía, a las 8:45 am nos habíamos citado en la puerta de arriba (parece que Inaacio va a salirse con la suya, y en breve cambiaremos esta mítica puerta por la de "las gallinas"), y tras unos escasos estiramientos -menos de un minuto- empezamos nuestro paseo matutino, rodando por encima de 6'. Me adelnato con Adelita, que está en plena forma, y mientras charloteamos llegamos al final del vivero. Me encanta la luz de Valdelatas, especialmente en invierno, en días frescos -como el de hoy-, e incluso fríos. Allí nos reagrupamos con los Ingacios y vamos a buscar a Inma, que viene escuchando su Ipod unos metros detrás. Afrontamos inmediatamente el camino bautizado por José Alberto como "anular", de unos 2.500 metros de longitud con ligera subida. Seguimos de animada conversación, y echamos de menos a Pablito, que por alguna razón extraña hoy no ha sido de la partida. Al llegar al final, cual perros pastores, volvemos sobre nuestros pasos para arropar a la gran Inma (pienso que hoy le estamos dando una pequeña paliza, aprovechando que el vagoneta de su marido, el gran "albondiguilla" Maaaate, le ha hecho la jugada de quedarse en la cama mientras la lanzaba a pasar frío y cansancio a Valdelating. Él se lo ha perdido, el día ha sido espectacular...).

Cruzamos el río y entramos en la parte más bonita de Valdelatas (al menos para mi), el sendero que conecta el anular con el "desierto", sendero que curiosamente no tiene nombre todavía. La luz penetra a través de los pinos, descomponiéndose en haces que iluminan el sendero. Curiosamente, a pesar de que sólo ha llovido un día en los últimos meses, el suelo está muy verde (aunque aun no tan explosivo como la pasada primavera). El optimismo de Inma le lleva a darnos las gracias por este último regalo, imagino que pensando que ya estábamos acabando... pues no, todavía quedaban unos tres kilómetros a meta...

Subimos por el express-way, yo a buen ritmo. Cada día me encuentro mejor, aunque cuando Nacho intenta que hagamos un par de circuitos oberones, nos rajamos, y sólo estiramos un ratito.

Mañana más y mejor, en el mismo sitio, un cuarto de hora más tarde.

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