Hoy no toca hablar de entrenos, en primer lugar porque no he entrenado nada (salvo las abominables diarias de la mañana), sino del cumplimiento de un deber que me tenía desde hace mucho tiempo en deuda con la sociedad. Hoy me encuentro bien, porque acabo de donar sangre por primera vez, y os aseguro que no será la última. Ya estamos confabulados el gran Cepeda y el inmenso Ander para hacerlo en plan equipo al menos dos veces al año, una en verano y otra en invierno (procuraremos intercalarla entre maratones, para que los niveles de hierro sean óptimos). Por excepción, en 2008 donaremos tres veces, incluyendo enero, para que no pase mucho tiempo... Como premio a nuestra acción, y siempre que seamos capaces de incluir al menos una persona de nuestro grupo al team, nos iremos después a cenar, para recuperar los góbulos rojos perdidos. Y según Ander la mejor manera de recuperarlos es con una buena botella de vino, así que la cena pinta muy bien.
Hace unos años ni me hubiese planteado acercarme a donar sangre, dada mi aversión por las agujas y el hecho de que me mareaba sólo con escuchar la historia de algún accidente sangriento. Además, con la dieta que llevaba no creo que hubiese donado la mejor sangre. Y hoy he donado sangre, decisión que he tomado, seguro, gracias, en parte a haber empezado a correr, por cuatro razones:
1.- Hoy mi sangre es mejor, ya no tengo los triglicéridos por las nubes, gracias a correr.
2.- Fue en la Clásica de Gredos donde tomamos la decisión Cepedilla y yo, bajo el tutelaje de Ander
3.- Si no hubiese empezado a correr no conocería a Nacho, ni a Morita, probablemente no vería tanto a Ander, y por lo tanto, no se me hubiese ocurrido esta gran idea
4.- He aprendido a sufrir tanto en los maratones que un pinchacito de nada ya no me arredra.
Una vez expresados los motivos de este post, paso a relatar mi primera experiencia donante.
Nuestro gurú Ander nos convocó mediante un email cuando menos confuso, al citarnos al lado de Raimundo Fernández Villaverde, en la calle Montalbán 6. Gracias a correr (se me había olvidado esta razón), acompañe a Comb a su oficina antes de ayer, que está en Montalbán 7. Gracias a que trotñe en el Retiro pude comprobar que en Montalbán 6 está la Delegación de Hacienda. Hombre, ahí también chupan la sangre, pero yo me refería a otra cosa. Ander nos aclaró que no era en Montalbán, sino en Antonio Montoliu (es cierto que tienen cuatro letras en común, ya lo sé), y no en el 6, sino en el 5 (el tema del número, a pesar del miedo escénico, no hubiese servido de excusa, me temo).
Yo tenía hoy una comida tocha, con vino a raudales. Nada mejor que preguntarle a Ander, quien me autorizó a beber mientras no llegase borracho a la donación. Gran manga ancha de nuestro gurú, quien por lo visto, decidió no dejarme solo, sino incluso superarme, al incluir en su comida un gin tonic (alegría para quien reciba su sangre imagino).
A la hora convenida nos encontramos Cepeda y yo a la puerta del centro. De alguna manera me recordaba a aquella primera vez en la que habíamos quedado para correr un maratón. No sabíamos a qué nos enfrentábamos, le teníamos mucho respeto. A los dos nos aterra que nos pinchen, y nos mareamos a la mínima. La conversación es la misma que en los momentos previos a la carrera, solo que mucho más elegante, ya que en lugar de mallas y camiseta de tirantes llevamos traje y corbata. Procuramos evitar el tema de referencia, igual que en la carrera, y hablamos de chorradas varias. Otra diferencia es que no necesitamos botellines de aquarios vacios, ya sabéis para qué. Tampoco hay mogollón de gente alrededor, pero observamos que todas son enfermeras (están fumando a la puerta), por lo que la sensación de ridículo, en caso de que nos mareemos, será todavía mayor.
Total que un cuarto de hora después aparece Ander en su flamante Volvo. Se le ve sobrado, como un corredor experimentado que acompaña a los novatos a su primera gran prueba. No necesita calentar ni estirar. Él sabe lo que hace, lo que nos espera. Y se venga. Se desternilla de risa, de nosotros y de nuestros nervios. Cuando resoplo ante las instrucciones que nos dan (hay un sitio especial para los novicios, donde explican qué hacer ante el más que probable mareo), no para de desternillarse. Rellenamos el cuestionario de marras, y Ander decide dejarnos solos y tirar para adelante (me recuerda a mis actuaciones en el maratón...). Ahí nos quedamos Cepedilla y yo, con el vale que te dan para el Mac Donalds de Orense -espero que no quieran que vayamos andando después-. Transcurrios unos minutos que parecen segundos, me llaman al despacho de la médico, me dicen que me quite la chaqueta y la primera pregunta es si me mareo cuando me hacen análisis. Espontáneamente me sale "Un montón", y en seguida me arrepiento, ya que la doctora está a punto de darme boleto (si te mareas con 10 mm, imagina lo que te pasará aquí cuando te saquen 450). Me paso el resto del tiempo asegurándole que no me mareo tanto, que hace un par de años que no me mareo, que tampoco me mareaba tanto, hasta que me pregunta si he tenido relaciones extramatrimoniales los últimos 4 meses, a la vez que me pincha en un dedo para comprobar mi nivel de hierro. Espectacular 15,5 que me da el pase al sillón de donaciones. Allí está Ander tumbado tranquilamente leyendo un periódico. Dada mi conversación con la médico, decide no sentarme al lado de Ander, sino en un sitio más apartado para que no vea las agujas ni la sangre. Un pinchacito y empieza la donación. Doce minutos y ya está. Entremedias sale Cepeda de la entrevista con la médico. Le han devuelto a corrales, dejaré a Ander que desvele los motivos (temporales, en cualquier caso), pero está blanco como debo estar yo.
Salimos de la clínica y mientras estamos en la puerta (ya han cerrado, son más de las 8), sale una enfermera y pregunta por mi. Entro con la alegría de saberme con el deber cumplido. La doctora me dice con una amplia sonrisa que se les han caído mis tubos, y que si me importa que me saquen tres más. Yo les digo que por supuesto (creo que están de coña), y me sientan en otro sillón, y me sacan los tres tubos. Total, que no sé con qué voy a coger mañana nada ya que te dicen que con el brazo que te han pinchado no levantes pesos, y me han pinchado en los dos...
En resumen, gran experiencia, como acabar el primer maratón!